martes, 6 de julio de 2010

¿Mediatizados o idiotizados?


Esta imagen muestra un grupo de jóvenes  mirando la televisión. Un televisor mirando a estos jóvenes. Una especie de juego macabro del que todos los días somos partícipes. Sobre esto Roger Silverstone nos afirma que “no podemos evadirnos de la presencia de los medios, ni de sus representaciones. Hemos terminado por depender de los medios impresos y electrónicos para nuestros placeres e información, confort y seguridad, para tener cierta percepción de las continuidades de la experiencia y, de vez en cuando, también de sus intensidades”. Los medios de comunicación son centrales en nuestra vida cotidiana y por eso, su estudio debe considerarlos como parte de “la textura general de la experiencia”, tal como plantea Silverstone.
También al hablar,  de la “mediatización de la experiencia”, término utilizado por Mata, damos por entendido que todas las situaciones de la vida cotidiana están atravesadas por los medios de comunicación. La experiencia cotidiana queda sustituida frente a la experiencia mediática. De ese modo, tenemos la percepción de que el mundo existe más allá de la esfera de nuestra experiencia personal porque la difusión de los productos simbólicos nos ha permitido romper con los horizontes espaciales, y el poder de nuestra comprensión se ve ampliado notoriamente. No obstante, surge una problemática o, lo que Mata considera como la “confusión entre el mostrar/ver y el ser/saber”, en donde los medios representan “la realidad”, con el fin de hacernos creer que es el legitimo reflejo de la misma.
En esa línea, esto no podría ser posible sin la confianza depositada en los medios de comunicación para la construcción de la “realidad”. Esta confianza, es más bien un pacto de fe con los medios, obviamente producto de un montaje cultural, porque no nos queda otro remedio que creer en la narración de la realidad de los medios, debido a que nos es imposible asistir a todos los hechos que ocurren cotidianamente. Quizás la siguiente frase de Silverstone refleja gran parte de lo mencionado anteriormente: “Cuando los significados emergentes cruzan el umbral entre los mundos de las vidas mediatizadas y los medios vivientes, y a medida que cambian los planes, cuando la televisión, en este caso, impone, inocente pero inevitablemente, sus propias formas de expresión y trabajo, sale de las profundidades una nueva realidad mediatizada, que rompe la superficie de un grupo de experiencias y ofrece, demanda otras”.
Hoy en día resulta difícil pensar una casa sin medios de comunicación. El televisor encendido u apagado, está inmerso en la cultura de la sociedad (en este caso los jóvenes). Silverstone considera que las pantallas del televisor o la computadora “son puertas y ventanas que nos permiten ver e ir más allá de los límites del espacio físico de la casa y más allá incluso, de la imaginación”. Nuestras experiencias en el hogar están determinadas por las circunstancias materiales, hechos de la vida cotidiana, y en cómo son articulados con los recuerdos. Silverstone resalta que “las historias del hogar corren como venas a lo largo del cuerpo social, y esas historias ya no están libres de los medios”. Nada resulta tan cierto como su afirmación de que “el hogar se ha convertido en un espacio mediatizado y los medios como un espacio domesticado”.
Por otro lado, es interesante ver en la imagen cómo la televisión ha sido incorporada a la rutina diaria, convirtiéndose en un miembro más de la actividad de la juventud, con el que se comparten actividades sociales. Al ver a los chicos concentrados y entretenidos con un programa televisivo, se puede afirmar que han establecido una especie de vínculo sentimental, por lo menos temporariamente. Este sentimiento contemplativo de adoración, puede ser producto de un encantamiento, como sostiene Silverstone. No es erróneo pensar que para la juventud, la televisión aparece como una fuente y ámbito de magia y misterio. Se puede decir que se encuentran hechizados por la magia del televisor, por lo cual, éste último deja de ser una mera máquina para convertirse en la fuente del encantamiento. De este modo, “ la tecnología pasa a tener un poder inmenso, donde la participación de la gente se encuentra circundada por lo sagrado, mediatizada por la ansiedad, abrumada, de vez en cuando, por la alegría”, tal como dice Silverstone.
                                                                                                             Juan Manuel Mena 
 

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